El volcán Kilauea en Kalapana (Hawái) es uno de los más activos del mundo y, desde su erupción en 1983, los habitantes de los sectores aledaños a sus faldas han vivido bajo un constante miedo de que su actividad siga consumiendo bosques, caminos y casas.
Si bien está monitoreado por el Observatorio Volcánico de Hawái, el cráter permanece en constante actividad y no es extraño que cada cierto tiempo se produzcan nuevas erupciones como aquella que se desencadenó hace pocos días y dejó a decenas de familias en la calle, además de algunos terrenos devastados.
El más claro ejemplo es Gary Sleik, un hawaiano que lo perdió todo esta semana luego de que la lava lenta destruyera su hogar. A él no le quedó otra opción que cruzarse de brazos a presenciar el hecho y, de paso, dejar para la posteridad una serie de fotografías del impactante acontecimiento.
Pero para el afectado no todo es negativo ya que la situación por la que atravesó se convirtió en un alivio, según declaró Sleik a Ninemsn. Ahora, nunca más deberá cuidarse de que el peligro avance y amenace a su familia pues estará lejos del magma que le quitó innumerables horas de sueño.
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