Nacho Cornel, uno de los lideres del Cartel de Sinaloa, muerto el jueves 29 de julio en Zapopan, Jalisco.
El cuerpo tendido sobre las escaleras muestra claramente un impacto que recibió por un costado. La sangre que apenas se aprecia bajo la barbilla sale de su boca; es una hemorragia. A la izquierda del cadáver, junto a una maceta, la escuadra favorita de Nacho Coronel; la cacha cubierta de diamantes, su marca personal. Por ningún lado se aprecia el fusil M-16 que habría empuñado; supuestamente fue recogido casi de inmediato por los militares. El arma que mató aNacho Coronel es utilizada por el Ejército parab rechar, es decir, para volar las puertas por las que debe ingresar una columna militar. A cierta distancia, su poder expansivo permite abrir enormes boquetes en las chapas de madera.
Ignacio Coronel Villarreal no supo que ya iban por él hasta que tuvo al Ejército encima. Literalmente. El grupo de élite llegó por aire y se alineó. Cuando reaccionó, Coronel reventó un ventanal y trató de huir por el jar- dín de su casa de seguridad, en la que llevaba al menos dos semanas recluido, temeroso de ser aprehendido. Sabía, sí, que el cerco en su contra se estrechaba; no lo esperaba tan pronto. Irán Francisco Quiñones Gastélum, el único hombre que acompañaba al capo, y la fisioterapeuta que le proporcionaba un masaje minutos antes del operativo, salieron por delante entre los cristales rotos, pero fueron detenidos inmediatamente sobre el césped.
Nacho Coronel giró sobre sus pasos y regresó a la casa. Corrió hacia unas escaleras que dan a un pasillo que, a la izquierda, conduce a la recámara principal; hacia la derecha está la sala. No llegó a ningún lado. En un recodo volteó e hizo cinco o seis disparos con un rifle de asalto M-16, calibre 5.56, con los que mató a un soldado e hirió a otro. Unos pasos más adelante se topó con una escopeta Mossberg cali- bre 12 milímetros. Bastó un solo tiro, a no más de cuatro metros de distancia, del mili- tar que la portaba. Los perdigones entraron por su costado izquierdo, casi en la espalda. El disparo, a bocajarro, no se expandió. Nacho Coronel estaba muerto
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