Informe del Consejo de Europa revela el modo de operar de la red de venta de órganos; está implicado el actual primer ministro, Hashim Thaci.
A algunos prisioneros serbios, los soldados kosovares del Ejército de liberación de Kosovo, los retenían en granjas, en fábricas vacías de Kosovo o de Albania; les trataban medianamente bien: les dejaban dormir, les daban de comer. Después, cuando los médicos estaban preparados y la venta apalabraba, trasladaban a los prisioneros al centro de Albania y les pegaban un tiro en la cabeza. Luego les quitaban los riñones y los vendían.
Esta es una parte del informe realizado por el ex magistrado suizo y actual parlamentario del Consejo de Europa Dick Marty, hecho público en París, que relata el horror vivido en esta tierra balcánica en 1999 y 2000, en medio de la guerra entre serbios y albano-kosovares.
El informe implica a uno de los cabecillas del UCK, Hashim Thaci, elegido el domingo primer ministro de Kosovo. A juicio de Marty, Thaci era uno de los dirigentes del denominado grupo de Drenica que participó en este tráfico de órganos.
El suizo no especifica cuántos asesinatos se produjeron para comerciar con riñones (la justicia serbia los eleva a 500). Marty se disculpó asegurando que él, junto a dos ayudantes, ha elaborado un informe, no una investigación judicial, que él no señala culpables ni inocentes pero que la justicia debe investigarlo.
Secreto a voces
Durante su estancia en Kosovo, Marty se entrevistó con docenas de testigos implicados: soldados, víctimas de actos violentos, familiares de desaparecidos o de muertos, fiscales kosovares. “En muchos de ellos vi miedo en los ojos”, explicó. En el informe asegura que todos los testimonios son anónimos porque no se garantiza la seguridad de nadie.
“En el fondo esto es una de las cosas que mucha gente sabe allí, pero que nadie cuenta”, asegura Marty. También la propia estructura de Kosovo y de Albania, imbricada en torno a clanes, dificultaba la investigación: “Muchos mafiosos prefieren pasar años en la cárcel por obstaculizar a la justicia que denunciar a un miembro de su clan”, explica.
El escrito cuenta cómo trasladaban a los prisioneros de un sitio a otro en coches sin matrícula, con la policía serbia en retirada y las fuerzas internacionales sin aparecer. También reseña una siniestra “casa amarilla”, propiedad de una tal familia K., objeto de varias investigaciones, escenario de asesinatos, destino final de muchos de los prisioneros.
Muchos prisioneros sabían que iban a ser asesinados y que sus órganos iban a ser vendidos. Mientras les trasladaban, “habrían implorado a sus carceleros que evitaran quedar cortados en pedazos”. Tal vez lo supieran el día en que un médico les hacía un análisis a fin de llevar a cabo un obligatorio “test de compatibilidad inmunológica”.
Marty denunció la impunidad de la que han gozado los autores de todas estas prácticas, producto de la ley del silencio que impera en Kosovo.
sábado, 18 de diciembre de 2010
Escándalo: Ejército de Kosovo: ‘Engordó’ a serbios y traficó sus riñones
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