«El juego de la muerte» traslada a la TV la experiencia que sirvió en los 60 para estudiar los mecanismos de sumisión de los alemanes a los nazis.
Lo peor del ser humano. Su cara más cruel. Demostrar que el hombre sigue siendo un lobo para el hombre (homo lupus homini est), incluso en la tele. Ése es el propósito, o al menos lo que se desprende de «El juego de la muerte» («Le jeu de la mort»), un polémico documental que ayer emitió la cadena pública gala, France 2, y que plantea hasta qué punto los participantes de un concurso se someten a la autoridad televisiva y hasta dónde son capaces de llegar. En el caso concreto de «Zona extrema», muy lejos.
460 voltios
Ése es el nombre del falso programa piloto en el que se basa el documental y en el que los concursantes, un total de ochenta ciudadanos franceses, han de castigar con descargas eléctricas a los compañeros que fallen una pregunta. Ocho de cada diez llegarán incluso a aplicar la máxima potencia, 460 voltios, haciendo caso omiso de los desesperados gritos –por cierto, enlatados, es decir, grabados– de un sufridor al que sólo oyen y no ven, y del que ignoran su calidad de actor. Como también ignoran participar en un montaje. La reacción sorprende incluso a la presentadora. «Esperaba que no me escucharan, que no me hicieran caso cuando yo les decía en un tono neutro que continuasen. No podía imaginar la influencia que puede tener un presentador; creía ingenuamente que iban a rebelarse» reconoce Tania Young.
Si la mayoría acaba obedeciendo es porque en caso de conflicto interno el hombre tiende a someterse, a acatar órdenes de un superior sin hacerlas forzosamente suyas, como demostró en los sesenta el científico estadounidense Stanley Milgram con un experimento en el que se inspira este programa. Milgram, que quería explicarse por qué los nazis obedecieron a órdenes criminales, convenció a los voluntarios de que provocaran dolor gracias a una máquina que servía para «modular» las descargas. En el caso francés, se da la circunstacia de que una de las concursantes era descendiente de una de las víctimas de Auschwitz.
Para el director, Christopher Nick, es la prueba de que «hoy día es posible concebir un programa televisivo que presente la muerte en directo», siempre que haya candidatos, público que aplauda y que lo vea y una cadena que lo emita. Sin embargo obvia que más de un concursante no creyó ni un segundo en lo que hacía. «La televisión no puede moralmente llevar a alguien a morir ante el público» reconocía uno de ellos al diario «Liberation».
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Fuente: Lun.com
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1 comentarios:
No es una idea nueva, ver la peícula francesa "I como Ícaro", que refiere a un experimento hecho en la universidad de Yale.
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