Entregarse al mundo de Morfeo parece hoy más un sueño que una realidad, pues el estrés afecta las condiciones en que dormimos. Cambiar algunas de nuestras rutinas diarias nos ayudará a descansar mejor.
Dormir… dormir… dormir … Esta maravillosa palabra parece un sueño cuando despertamos el día lunes y solo queremos quedarnos en la cama. Pero el deber llama, pues la sociedad en que vivimos no da tregua.
UNA DEUDA DE SUEÑO
Todo comenzó con la aparición de las luminarias eléctricas, artilugio tecnológico que ha alterado nuestro ritmo circadiano, ese reloj biológico que se guía por la luz del sol. Ahora, gracias a la luz artificial, algunos laboran cuando deben dormir y descansan (si se puede) cuando corresponde estar en vigilia. Y cuando no hay turnos rotativos, trabajan hasta tarde en la oficina o en la casa, gracias a otro invento del siglo XX: la computadora.
Así, vamos acumulando una deuda de sueño que, tarde o temprano, nos pasará la factura. “El organismo siempre cobra”, dice el doctor Edwin Vizcarra, presidente de la Asociación Peruana de Medicina del Sueño.
“El sueño es una función biológica que, como comer, no podemos postergar porque nos proporciona equilibrio. Al dormir recuperamos energía; los músculos se relajan y se generan procesos bioquímicos que contribuyen con la renovación de tejidos y el fortalecimiento del sistema inmune”, dice el especialista.
Pero cuando hay déficit de sueño, este no tarda en manifestarse: la somnolencia y el insomnio se convierten, así, en una realidad catastrófica para miles de personas. A ellas se deben en gran parte los accidentes de tránsito y en el trabajo, pues el déficit de sueño genera problemas de memoria, concentración y atención. Y no solo eso.
ESTRÉS Y VIOLENCIA
El sueño también nos pone de mal carácter; podemos, incluso, ser menos tolerantes a las frustraciones y más agresivos. “Dormir mal afecta las relaciones interpersonales e indirectamente puede hacer más violentas a las personas”, refiere el psiquiatra Rolando Pomalima, del Instituto Nacional de Salud Mental.
Hay quienes recurren al café o al cigarrillo para vencer la somnolencia y cumplir con sus tareas. Otros recurren a sustancias legales o ilegales para relajarse y saldar su deuda de sueño. En esos casos, el remedio resulta peor que la enfermedad.
Como fuere, y aunque no podamos cambiar el mundo en que vivimos, sí podemos adoptar algunos cambios en nuestra vida diaria para alcanzar la higiene del sueño.
Esto significa dejar de lado comportamientos que nos impiden cumplir todos los ciclos del sueño (llegar al sueño profundo), como los horarios irregulares para dormir, utilizar el cuarto para trabajar en la computadora, ver televisión, comer en la cama o como centro de interacción social.
La sociedad también debería tomar en serio los problemas que provoca la mala calidad del sueño, mejorando las condiciones de descanso de las personas, opina el doctor Rolando Pomalima.
En tanto, solo nos queda atender el llamado de nuestro cuerpo y hacer lo posible por dormir ocho horas. Nuestra mente y cuerpo nos lo agradecerán.
TOME NOTA
Tener calidad de sueño significa despertar con la sensación de haber descansado.
La higiene del sueño consiste en tener hábitos saludables, como mantener horarios regulares para acostarse y levantarse, incluso en los días festivos.
Establezca rutinas diarias para todas sus actividades: trabajo, comidas, ejercicio, ocio, relajación y sueño, y ajústese lo más estrechamente posible a ellas.
Un baño caliente o un vaso de leche pueden ser parte del ritual que nos predispone a la relajación previa para ir a dormir.
Evite la ingesta de café, té, cacao, mate, gaseosas o cualquier sustancia estimulante del sistema nervioso central después de las 4 p.m.
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